Si es un niño, hace de él un pequeño héroe o el hombre que, secretamente, le habría gustado ser.
Si el hijo está a la altura de las ambiciones que ella le inculca, tanto mejor; de lo contrario, corre el riesgo de caer en un doble juego con ella.
Si es una niña, uno se pregunta cuál de las dos acabará dominando a la otra.
Puesto que siempre se establece entre ellas un juego de igual a igual, por otro lado, no siempre sutil, que les induce a valorarse mucho entre sí, pero también a envidiarse en secreto.